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martes, abril 30, 2013

¿PARAÍSO ALEMÁN?.NI DE COÑA. ENTREGA 5

Se me ha caído un mito. Mira que no lo tengo yo muy claro eso de los "grandes logros"  de los que algunos presumen, que tienen más de mito urbano que de realidad. Pero, a veces, y a primera vista, las cosas parecen ser lo que se dice y, solo cuando rascas un poquito, resulta que no son lo que parecían. Bueno, basta de entelequias. Lo dicho, que uno se creía a pies puntillas aquello de la eficacia alemana, de su seriedad en los negocios, de su compromiso con el público en general. Bien, pues hasta eso no es para tanto. Y sino que me cuenten como una de las perlas de su supuesta eficacia está hecha unos zorros.

Me refiero a su imponente red de ferrocarriles, que parece llegar hasta el último rincón de este país, y además con una frecuencia que, sobre el papel, da envidia. Casi todo está en manos de DB la poderosísima empresa estatal de ferrocarriles que, en breve, dicen, será privatizada. Mueve unos dos mil millones de pasajeros al año, así que con semejante cifra uno ya se da cuenta de que no es cosa menor. Ese puente de la foto, en Colonia, por ejemplo, aseguran que es uno de los de mayor circulación ferroviaria del mundo. La verdad es que cuando estás cerca hay un trajín que no veas.. Por ahí, por tanto, desfilan todos los modelos de tren que maneja esa poderosa empresa. 
Todo suena muy bien. Ya digo, sobre el papel. Porque la realidad, en la rutina cotidiana, resulta que la empresa acumula un sinfín de retrasos, anulaciones de recorridos sin aviso y un material que en muchos casos pide la renovación a gritos.
Alguien me dirá que exagero, o que he tenido mala suerte. Porque aquí lo que cuento es lo que vivo. Pero no. Y sino véase el dato, que no tiene mayor valor estadístico que el de la experiencia personal. Hasta un ochenta por ciento de los trenes que he tomado en esta Alemania del éxito, han acumulado retrasos de más de diez minutos. He vivido la desagradable sensación de que te toman el pelo cuando estás esperando un tren en un andén, donde está señalizado, y aparece por otra vía, sin que cambien el letrero en cuestión.  Y capítulo aparte merecen sus ICE, unos intercity exprés que no solo no llegan a la altura del AVE, sino que ni siquiera se acercan a nuestros Talgo,. Son caros. Se paga suplemento por reserva y.....tachánnnn, te dejan colgado cada dos por tres. Siempre desde mi experiencia, lo tomé en cuatro ocasiones y en dos nos dejó tirados. La primera entre Berlín y Hamburgo; se quedó parado en medio de la nada, a unos veinte kilómetros de la capital y tras una hora y media de espera, sin calefacción (fuera nevaba) nos trasladaron a otro tren, más corto, donde hubo gente que tuvo que sentarse en los pasillos. (Acotación: señores de DB, todavía sigo esperando la mitad del precio del billete como compensación por el trastorno, que tan amablemente nos sugirieron reclamar tras cumplimentar los impresos correspondientes).




Sí-Los ICE son estos que aparecen en la foto, saliendo precisamente de la estación de Colonia. Y es aquí de donde salió él penúltimo que tomé, en dirección a Amsterdam, y que también nos dejó tirados en la frontera con Holanda. Los holandeses remediaron como pudieron  el entuerto, pero eso sí, nadie se preocupó por compensarnos o devolvernos  al menos la reserva del asiento que solo ocupamos un rato.
En fin, puede que haya tenido un período gafe, pero algo debe ocurrir cuando me dicen los que viven aquí que lo de los retrasos es lo más habitual del mundo. Para que luego presumen.
Y que decir de la limpieza. Los trenes van relativamente limpios pero, como ya comenté en otra entrega, la curiosa, por no decir detestable, costumbre que tiene la población autóctona de comer en cualquier sitio, deja rastros por todas partes y el ferrocarril no se iba a escapar. Y más cuando las estaciones están llenas de chiringuitos ofreciendo todo tipo de bocadillos y pastelería variada. Hay además  trenes, sobre todo regionales, que deberían pasar a mejor vida, porque son un puro destartale.


Y hablando de limpieza, qué decir de las estaciones y aledaños. Da un poco de vergüenza ajena. 
En fin, dime de que presumes y te diré de que careces. Así reza la sabiduría popular y viene al pelo para poner las cosas en su sitio. Me llamarán exagerado, pero el que no lo crea que se de una vuelta por aquí.
Salud

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miércoles, abril 24, 2013

¿PARAÍSO ALEMÁN?,NI DE COÑA.-Entrega 4

¡Ha vuelto la primavera!. Vuelve por sus fueros con un día espectacular aquí en Colonia. Y con la buena temperatura, las terrazas y las zonas verdes se llenan y la gente, en general, luce otra cara. Otra cara, digo, porque lo que es el vestuario casi uno echa de menos los días de frío. Y es que puede parecer un tópico, pero estas gentes visten muy mal. Y cuando se desmandan, tal que un día de sol como hoy, hay modelos imposibles. Y uno se pregunta si esto se debe a la tan traída y típica austeridad germana o a la simple falta de gusto. Para mi que hay de las dos cosas. Es verdad que se ahorran una pasta en esto del vestir, pero también lo es que hay un abuso desmedido de la moda mercadillo.
Pero bueno, allá ellos. Y lo de la austeridad habría que ponerlo en cuarentena. Ya se sabe que Alemania se presenta como modelo de ahorro y buen uso de los recursos, pero me da que mucha de esa austeridad, que algunos justifican como parte del adn de esta gente y de su ética protestante, no es más que una excusa, sobre todo si de recursos públicos hablamos, para recortar el dichoso estado del bienestar y navegar por caminos mas neoliberales. De momento las grandes cuentas les cuadran así que a perseverar. Ya se verá si es un error de bulto o no.
 Pero bajando al detalle, esto de la austeridad tiene mucho que ver con el lamentable estado de las calles. Y es que, para muestra las fotos, aquí no se gastan un euro, o muy poquitos, en cuidar las calles. Las aceras son en su mayor parte una prolongación de las vías de asfalto centrales, apenas separadas por un bordillo. Abundan los remiendos y solo en las más céntricas hay un enlosado de los más barato que luce bien poco. Se esmeran esos sí en las calles comerciales peatonales, pero a un nivel que no alcanza la medianía de cualquier calle peatonal española. Y esto que digo no se refiere a ningún barrio alejado, sino que se puede ver en el mismísimo centro de la ciudad.
¡Ay! lo que daría cualquier corporación española, con todos los promotores y chapuzas en general por disponer de los recursos que tienen los ayuntamientos de aquí. Les dejarían la ciudad de punta en blanco, sin duda alguna, pero las arcas vacías. Y ahí es donde hay que valorar.
Ya sabemos que a nosotros nos va lo suntuario, que nos pierde lo presuntuoso, pero digo yo que debe haber algún término medio que permita hacer más presentable la propia ciudad. Además, si tanto dinero tienen por qué no lo lucen...

 Hablando de luz, eso es algo que se echa de menos aquí. Son rácanos hasta decir basta. Tienen una de las catedrales más bellas del mundo. La pilla un ayuntamiento español y la convierte en faro de todo el Rin. Aquí la iluminación es tan leve que apenas se aprecia su silueta.
Otro tanto ocurre en las calles. Es cierto que en España se nos va la pinza y convertimos nuestras calles en puras pasarelas  plagadas de focos por todas partes. Pero aquí se quedan muy pero que muy cortos. Las principales avenidas tienen una iluminación más bien mortecina y en las calles de los barrios ponen, en muchas, unos fluorescentes que miedo da pasar por ahí durante las noches.
Y es que lo del ahorro está bien, pero sin pasarse que tienen las ciudades echas una pena. Y eso que han hecho cosas muy bien, como no permitir en la mayoría de los edificios alturas de más de cuatro o cinco pisos. Eso descongestiona los barrios, baja el nivel de circulación y de ruido y hace, claro que sí, más cómoda la vida de la gente. Pero otra cosa es la conservación de fachadas, portales y escaleras. Una pena. Además  se da la curiosa circunstancia de que buena parte de esos edificios carecen de ascensores. Y eso en la patria de Thyssen, uno de los principales hacedores de ascensores del mundo. Pues aquí los tiene, a los ciudadanos a pan y agua. Vamos que se las tienen que ingeniar para subir la compra a los pisos altos.
Véase la foto adjunta de señora con cuerda y canastillo subiendo de varias tiras la compra. Un poco primitivo la verdad. Se ve que a los Thyssen les tira más vender fuera y luego estafarnos de forma permanente con lo del mantenimiento anual y esas cosas.
Bueno, pues lo dicho. Que la contención y el ahorro están bien, pero pasarse es crearse dificultades a lo tonto y a esta gente se la supone más espabilada.

Dicho lo cual, vamos a  disfrutar la primavera, que aquí, eso sí, es espectacular. Y ¡gratis!

SALUD

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martes, abril 23, 2013

¿PARAÍSO ALEMÁN?, NI DE COÑA.- ENTREGA 3

Y estamos en el día del Libro. 23 de Abril. Aquí, no sé. La verdad es que no tengo ni idea si se suman a esa fecha internacional declarada por la Unesco. En todo caso se hace con un perfil más bajo que los shows que se montan en España y, en especial, en Cataluña. Así que hoy me voy a contener y no voy a ser crítico. Por el contrario, voy a alabar alguna de las iniciativas que gastan por estos lares y que no nos vendría mal copiar, que de eso sabemos mucho. Los alemanes, como en casi todo, leen más que los españoles. Pero tampoco tienen cifras para celebrarlo. Están que no llegan al cincuenta por ciento de la población, según datos europeos, cifra que en todo caso no podemos por menos que envidiar, ya que los españoles no llegamos al cuarenta por ciento, diga lo que diga el gremio de editores. Aquí se editan muchos menos libros que en España, lejos de los ochenta mil títulos que publicamos en España, que a grandones no nos gana nadie. Pero sí hay algo que se aprecia a simple vista y es que los lectores son visible. Es decir, que en cualquier lugar es fácil ver a gente leyendo, y de cualquier edad, cosa que en España es cada vez más raro.
Se ve gente en el metro o el autobús, en los trenes, en los parques, en cualquier terraza. Y da gusto. Y llama también la atención la variedad y cantidad de títulos de prensa, diaria  o semanal que se pueden encontrar en los quioscos y librerías. Y estas abunda, y bien surtidas que están.
Pero sobre lo que quería llamar la atención es sobre una iniciativa en la que me fijé el pasado fin de semana en Düsseldorf: en el paseo del río, muy cerca de los bares y terrazas, hay una pequeña caseta, todo cristal, donde se depositan libros para que cualquiera se los pueda llevar. Gratis. Unos los dejan, otros se los llevan. Y aquí en Colonia, en un parque, y al lado de lo que parece un pequeño quiosco-biblioteca, que estaba cerrado, aparecía esta cesta con libros (la de la foto) que supongo serían de libre disposición.
En fin, muchas veces no sabemos que hacer con todos esos libros que vamos comprando, que seguramente no volveremos a abrir tras su lectura, y que solo se quedan en nuestras estanterías para acumular más y más polvo (por mucho que lo intentemos quitar). A lo mejor habría que habilitar espacios públicos para dejar esos libros y que otros puedan acceder a ellos. No olvidemos que es un toma y daca que al final nos enriquece a todos.
Salud y feliz día del libro.

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viernes, abril 19, 2013

¿PARAÍSO ALEMÁN?, NI DE COÑA.- Entrega 2

 Henos aquí de nuevo. Animadillos porque la primavera ha llegado arrasando y en plan generoso. Vamos que hemos pasado de un dígito a superar los veinte grados, así sin preparación. Pero es una gozada. Lo que antes estaba yermo ha florecido y los árboles y el verde, con los pajaritos cantando, cambian la faz de cualquiera. Éa, que me aparto de lo que aquí me trae.
Sonríen estos días más los aborígenes. Se les ve otra cara y enseguida se ponen de verano como si ya hubiera llegado. Los parques se llenan de gente tomando el sol, de niños jugando, de bicicletas (estas empiezan a ser un coñazo, son las reinas de la ciudad y apártate por la cuenta que te tiene) y hay como una alegría contagiosa (¡lo que hacen tantos meses de frío!). Así que aquí andamos, pateando la ciudad y fijándome en cosas que hasta ahora me pasaban casi desapercibidas. Quizá porque estaba acostumbrado a verlas como algo habitual en Madrid y no me chocaron . Pero sí, aquí también hay gente tirada. Mucha. En el paraíso no todo es de color rosa. Hay gente pidiendo a la puerta de los supermercados, gente, mayor y muy joven, que te aborda por la calle, o gente que se sienta con carteles pidiendo ayuda en cualquier parte. Y no sólo hay rumanos o gente de la depauperada Europa oriental, también muchos alemanes y, repito, de todas las edades. Y de pronto me sorprendo porque se supone que este es un país con una buenísima cobertura social, y con una tasa de empleo altísima, vamos que el paro, oficialmente, apenas pasa del cinco por ciento.
Pero, como siempre, una cosa son las estadísticas y otra la realidad cotidiana. Y aquí también hay miseria y mucha gente que vive al día, con sueldos  raquíticos, con los que apenas cubren  las necesidades básicas. Y es que, no hay que olvidarlo, el nivel de vida es caro, y como estés por debajo del umbral medio no está la cosa para alegrías. Trabajo hay. Solo hay que abrir cualquier periódico y te encuentras con páginas y páginas de ofertas de trabajo, algo que en España apenas recordamos. Pero otra cosa es la calidad de la oferta, es decir de los empleos ofrecidos. 
Con las estadísticas oficiales en la mano resulta que en este país trabajan más de cuarenta millones de personas, algo más de la mitad de la población. Muchísimos con buenos empleos, buena cobertura social y unos salarios que les permiten un buen nivel de vida. Pero hay una parte significativa del pastel que no es tan bueno. Hay nada menos que siete millones de los famosos minijobs, es decir empleos por horas o días, pagados francamente mal y que o bien sirven para completar pensiones u otras rentas, o bien para contribuir con algo a la renta familiar. No suelen pasar de los quinientos euros, y de ahí para abajo, no cotizan a la Seguridad Social y tampoco pagan impuestos. Así que no le acabo de ver las ventajas a semejante modalidad, más allá de aliviar la situación de muchos para ir tirando y cubrir el mínimo.


Por eso, españolitos que estáis pensando en veniros a estas tierras a buscar lo que no hay en España, que nadie se llame a engaño. Hay trabajo. Supongo que algunas ofertas son buenas o muy buenas, sobre todo si tienes formación alta, y hablas alemán o al menos inglés casi como un nativo. Pero bajando de ahí las oportunidades son mínimas y el puesto al que se puede acceder va bajando de nivel de manera proporcional a tu desconocimiento del alemán. Es cierto que hay buenas escuelas municipales para hacer cursos de inmersión y que los cursos pueden tener precios razonables e incluso muy baratos si se trata de modalidades de integración, pero mientras tanto hay que sobrevivir y la cosa no resulta fácil.
Como decía hay mucha oferta de trabajo. Cuando bajas al detalle, la mayoría son de unas pocas horas y de pocos días a la semana. Los que abundan son anuncios como este de la multinacional KFC, de escasa exigencia y acessibles sin un conocimiento suficiente del alemán. Pero hay que hacer bien las cuentas. Porque la hora se suele pagar entre ocho y diez euros, los alquileres son caros y el coste de la vida en general también. Así que no es tanto saber si compensa o no trasladarse aquí para buscar futurosino preguntarse si para esa primera etapa se pueden conseguir recursos suficientes para sobrevivir.
Y hablando de estadísticas, con esos datos que tanto le gustan a nuestra entrañable Angela, además de los minijobs hay más de un millón de personas que se ven obligados a trabajar como autónomos sin serlo exactamente: es decir, les contratan pero tienen que hacerse cargo de todos los gastos: seguridad social e impuestos. Así que aquí los que realmente están encantados son los empresarios, que por cierto, en los últimos diez años han aumentado sus beneficios una media del cincuenta por ciento mientras los salarios medios han perdido más del uno y medio por ciento de poder adquisitivo. Es la revolución Merkel. ¿De verdad la vamos a comprar?
Salud

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jueves, abril 11, 2013

¿PARAÍSO ALEMÁN? NI DE COÑA-Entrega 1

 ¡Qué bonita es Alemania!. De verdad. No es broma. En general es bonita, agradable,  con muchas muchas cosas bien hechas. Eso sí el clima no acompaña mucho, pero hay otros factores que compensan. Así que no les falta razón a los que desde hace un tiempo, algunos años ya, no dejan de cantarnos las maravillas de este país, con el que deberíamos compararnos si es que alguna vez salimos del fango y queremos prosperar. Bueno, es su opinión. Yo he querido comprobarlo sobre el terreno y por estas tierras teutonas llevo desde hace casi mes y medio. Tengo la suerte de que no he venido, como muchos otros, a buscarme la vida dado que en España nos ponen cada día las cosas más difíciles e invitamos a irse a nuestros jóvenes, sobre todo hacia la bendita Alemania. No. Estoy aquí por razones distintas, una estancia relajada que me permite conocer algo más este país a base de patearme sus calles.

Recalo en Colonia que es, dicen, una de las ciudades más amables, cálidas y acogedoras de Alemania. No era cosa de irse a algún bastión del puritanismo evangelista. La ciudad es muy agradable, sorprende su reconstrucción, como casi todas en este país tras la pesadilla de la II GM, hecha pensando en la gente, con la mayoría de los edificios que no pasan de las cuatro alturas, muchísimas calles peatonales o pseudopeatonales,  poco tráfico y un silencio en pleno centro que apabulla. Tiene además la ventaja de asentarse al lado de ese viejo RIN, dicen que la vía fluvial más transitada de Europa, que te puede comunicar con los países vecinos: Suiza, Holanda, Bélgica o Francia.
Está bien la ciudad y la gente, en general, puede ser muy cercana. No conozco todavía sus carnavales pero dicen que son de escándalo o sus fiestas veraniegas o sus mercadillos navideños que tienen nombre propio.
Pero no pretendo con estas entregas ni dedicarme al relato turístico ni convertirme en propagandista de sus logros, sobre todos los macroeconómicos, que de eso ya se encargan Merkel y sus voceros. Yo voy a estar más en plan mosca cojonera. Buscando esos hilillos que al final destapan que el paraíso no es tal y que aqui, como en todas partes, no atan los perros con longanizas.
Cuestionar la prosperidad germana sería una temeridad por mi parte, y no voy a hacerlo, pero que nadie  de los miles de jóvenes españoles que están pensando en venir, o puedan planteárselo de aquí a poco, crea que aquí las fuentes son de oro y sus grifos manan vino en lugar de agua. Hay de todo como en todas partes, y para desmitificar aquí estoy. Y en este mes y medio tengo material para dar y tomar. Algunos me tomarán por quisquilloso o exagerado. Lo primero puede, lo segundo para nada. Y es verdad que cuando en tu país no tienes ninguna oportunidad puede parecer ingrato quejarse del que te acoge, pero como no es mi caso pues...a ello.
Ya digo que la primera impresión es buena. Faltaría más. Pero cuando bajas al detalle descubres, con asombro, que hay muchas cosas que funcionan igual o peor que en las Españas y se te van cayendo algunos mitos.
Hoy no haré sangre. Estoy en una ciudad muy acogedora, multinacional, con mucha vida y a punto de reventar la primavera, esperando que demuestre su fama de buen vivir  de la que goza en el país. Pero cayéndome como me cae simpática, hay algo que me llama la atención, por no decir que me disgusta,y que parece norma general. Y es la manía de sus gentes de comer cualquier cosa, a todas horas, y en cualquier parte.. Es un fenómeno que enseguida llama la atención y a ratos da hasta repelús.
Comen bollitos, bocadillos de contenido espectacular  y sabores que ¡hay que probarlos!, bandejas de patatas fritas y mucho mucho cafe, en plan aguachirri y en vaso de plástico.. Y no es que falten ofertas para comer, incluso con menús más baratos que en España ( eso sí casi todos basados en salchicas con distinta denominación y chucrut con puré o parecido) pero parece que les pone eso de comer en la calle. Apoyados en cualquier sitio. Solos o acompañados. A mediodía es espectacular la cantidad de gente que para para comer en la calle. Qué tristeza. Me deprime. Además les da igual lo que caiga, nieve o lluvia, con solanera no sé. Te los encuentras en cualquier lugar, incluidos buses o metro y hay ratos que es imposible escapar al tufo de esas cremas que ponen a las patatas o los bocadillos. Que no acabo yo de ver que se ahorran estas criaturas por malcomer así, pudiendo hacerlo sentados. Y de comidas ya hablaré en otra ocasión, porque merecen capítulo aparte, porque para estos lo de la dieta mediterranea les suena como mínimo a chino, o a sur que debe ser lo mismo. Tschüss

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