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miércoles, julio 15, 2009

IRÁN

Cuando me he puesto con este post ha visto la noticia del accidente aéreo en Irán, con al menos 168 muertos. No iba lógicamente a escribir sobre el accidente, sino que mi intención era hacerlo sobre ese viejo país, en manos de los imanes. Y es que además de las consabidas noticias sobre sus tensiones con Estados Unidos en particular, y Occidente en general por su programa nuclear, el escándalo de las elecciones amañadas y la represión posterior de la oposición, cada día llegan desde ese país noticias que nos alertan de los desmanes de un régimen empeñado en empeorar su imagen cada día. Si lo del accidente de hoy puede deberse al mal mantenimiento de los aparatos (Irán es uno de los países con mayor número de siniestros aéreos, de los que, cómo no, culpan a Estados Unidos por el embargo, aunque muchos de sus aviones, como el accidentado hoy son rusos) hay otras decisiones y otros asuntos que ponen los pelos de punta y nos advierten que la sociedad iraní puede ser como una olla a presión que cualquier día de un gran pepinazo. Porque lo de ese régimen tiene difícil justificación. Además de imponer a toda la población unos criterios basados en su fundamentalismo religioso, desde la forma de vestir, a lo que tienen que estudiar, o a lo que pueden o no escuchar, y todo ello sin la más mínima libertad política o religiosa, no tiene el más mínimo reparo en desoir y desatender los derechos humanos mínimos, y en concreto el principio de justicia. Así de Teherán llegan noticias de la ejecución de trece sunitas, juzgados sin garantía ninguna, a los que les colgaron toda una ristra de supuestos delitos terroristas. Y también nos llega la condena dictada contra un cantante, afortunadamente ahora en el extrannjero, por ocurrírsele poner música a una versos del Corán. En fin, que esa pila de barbudos sigan haciendo de las suyas sin que la comunidad internacional pueda ponerles coto es más que preocupante.Por eso quiero aprovechar para recomendar una extraordinaria novela de un iraní que tuvo que exiliarse, veterano luchador contra, primero, la dictadura pronorteamericana del Sha Reza Palevhi y luego contra el régimen de los ayatollahs. Se titula "El reflejo de las palabras" y su autor es Kader Abdolah. Ayuda, sobre todo, a comprender el drama que vive ese país desde hace decenas de años.

Salud

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martes, julio 14, 2009

PERDÍ MI GORRA EN CHINA

Sí. Perdí mi gorra en China. No era una gorra cualquiera. Uno tiene una cabeza tirando a grande, vamos que soy un poco cabezón, y no fue fácil encontrar una que medio me quedara bien. Pero la perdí. Se quedó en un autobús, olvidada en las prisas por bajarse. Y me dio rabia, como me la dio la China que vi. Porque además de la gorra, en este viaje a China perdí la, seguramente vana, esperanza de que existía realmente una vía china hacia el capitalismo, preservando lo mejor del socialismo. ¡Pura falacia!. Lo que hay allí es la peor cara de ambos sistemas. Un régimen político oficialmente comunista ( o lo que es lo mismo, una dictadura dirigida por un grupo de carcamales) y una sociedad que del capitalismo solo ha entendido lo de ganar dinero cuanto antes, con el menor esfuerzo posible y dejando por el camino lo que haya que dejar, incluyendo el pisotón al vecino, no vaya a ser que les frene. Un horror.

La China que avanza a toda velocidad hacia su peculiar modernidad es un puro reflejo de las desmesuras de su historia. El régimen no tiene escrúpulos en tirar barrios enteros para crear avenidas enormes, altísimos rascacielos, ciudades financieras y, sobre todo, gigantescos mercados donde se vende de todo, casi todo malcopiado, a precios irrisorios si uno es hábil en eso del regateo.

El régimen conserva con mimo los restos del pasado. De aquel imperio milenario en el que encuentran sus esencias. Aquel que nos sigue deslumbrando por la grandiosidad de su muro, sus palacios descomunales o su poco respeto por los ciudadanos, que sacrificó a millones para conseguir ese reflejo de divinidad que tanto ansiaban.
La actual gerontocracia china, ataviada con principios ideológicos supuestamente distintos, repite el mismo esquema. Mueve una sociedad de mas de mil millones de personas a su capricho, y cuando toca revolución cultural y purismo pues aprietan el cinto, y cuando toca ser capitalistas, pues más que nadie, a trabajar todo el mundo, por salarios de miseria, pero estos ( o sea el resto del mundo) se van a enterar. De ahí a los disparates cometidos en Pekín o la descomunal demostración de fuerza financiera que han desplegado en el Pudong de Shanghai, solo había un paso, el que ellos decidieron y están llevando a cabo contra viento y marea y sacrificando a millones de personas, una vez más.



Porque a todo esto, lo que uno encuentra en China, en cuanto llega, es esa desmesura ostentosa y hortera de los nuevos ricos, una sociedad superestresada que intenta no caerse del barco del supuesto progreso y unos funcionarios, los del régimen, que imitan como nadie lo peor del capitalismo.
A estas alturas comprenderéis que vengo de China no ya desencantado, sino horrorizado. No ya por el grado de suciedad, los escupitajos o el acoso constante de los vendedores (están por todas partes y a todas horas, lo juro), sino porque si ese es el futuro que nos espera, a todos, aviados vamos. En fin, una pesadilla.

Salud

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