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martes, julio 14, 2009

PERDÍ MI GORRA EN CHINA

Sí. Perdí mi gorra en China. No era una gorra cualquiera. Uno tiene una cabeza tirando a grande, vamos que soy un poco cabezón, y no fue fácil encontrar una que medio me quedara bien. Pero la perdí. Se quedó en un autobús, olvidada en las prisas por bajarse. Y me dio rabia, como me la dio la China que vi. Porque además de la gorra, en este viaje a China perdí la, seguramente vana, esperanza de que existía realmente una vía china hacia el capitalismo, preservando lo mejor del socialismo. ¡Pura falacia!. Lo que hay allí es la peor cara de ambos sistemas. Un régimen político oficialmente comunista ( o lo que es lo mismo, una dictadura dirigida por un grupo de carcamales) y una sociedad que del capitalismo solo ha entendido lo de ganar dinero cuanto antes, con el menor esfuerzo posible y dejando por el camino lo que haya que dejar, incluyendo el pisotón al vecino, no vaya a ser que les frene. Un horror.

La China que avanza a toda velocidad hacia su peculiar modernidad es un puro reflejo de las desmesuras de su historia. El régimen no tiene escrúpulos en tirar barrios enteros para crear avenidas enormes, altísimos rascacielos, ciudades financieras y, sobre todo, gigantescos mercados donde se vende de todo, casi todo malcopiado, a precios irrisorios si uno es hábil en eso del regateo.

El régimen conserva con mimo los restos del pasado. De aquel imperio milenario en el que encuentran sus esencias. Aquel que nos sigue deslumbrando por la grandiosidad de su muro, sus palacios descomunales o su poco respeto por los ciudadanos, que sacrificó a millones para conseguir ese reflejo de divinidad que tanto ansiaban.
La actual gerontocracia china, ataviada con principios ideológicos supuestamente distintos, repite el mismo esquema. Mueve una sociedad de mas de mil millones de personas a su capricho, y cuando toca revolución cultural y purismo pues aprietan el cinto, y cuando toca ser capitalistas, pues más que nadie, a trabajar todo el mundo, por salarios de miseria, pero estos ( o sea el resto del mundo) se van a enterar. De ahí a los disparates cometidos en Pekín o la descomunal demostración de fuerza financiera que han desplegado en el Pudong de Shanghai, solo había un paso, el que ellos decidieron y están llevando a cabo contra viento y marea y sacrificando a millones de personas, una vez más.



Porque a todo esto, lo que uno encuentra en China, en cuanto llega, es esa desmesura ostentosa y hortera de los nuevos ricos, una sociedad superestresada que intenta no caerse del barco del supuesto progreso y unos funcionarios, los del régimen, que imitan como nadie lo peor del capitalismo.
A estas alturas comprenderéis que vengo de China no ya desencantado, sino horrorizado. No ya por el grado de suciedad, los escupitajos o el acoso constante de los vendedores (están por todas partes y a todas horas, lo juro), sino porque si ese es el futuro que nos espera, a todos, aviados vamos. En fin, una pesadilla.

Salud

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