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jueves, abril 11, 2013

¿PARAÍSO ALEMÁN? NI DE COÑA-Entrega 1

 ¡Qué bonita es Alemania!. De verdad. No es broma. En general es bonita, agradable,  con muchas muchas cosas bien hechas. Eso sí el clima no acompaña mucho, pero hay otros factores que compensan. Así que no les falta razón a los que desde hace un tiempo, algunos años ya, no dejan de cantarnos las maravillas de este país, con el que deberíamos compararnos si es que alguna vez salimos del fango y queremos prosperar. Bueno, es su opinión. Yo he querido comprobarlo sobre el terreno y por estas tierras teutonas llevo desde hace casi mes y medio. Tengo la suerte de que no he venido, como muchos otros, a buscarme la vida dado que en España nos ponen cada día las cosas más difíciles e invitamos a irse a nuestros jóvenes, sobre todo hacia la bendita Alemania. No. Estoy aquí por razones distintas, una estancia relajada que me permite conocer algo más este país a base de patearme sus calles.

Recalo en Colonia que es, dicen, una de las ciudades más amables, cálidas y acogedoras de Alemania. No era cosa de irse a algún bastión del puritanismo evangelista. La ciudad es muy agradable, sorprende su reconstrucción, como casi todas en este país tras la pesadilla de la II GM, hecha pensando en la gente, con la mayoría de los edificios que no pasan de las cuatro alturas, muchísimas calles peatonales o pseudopeatonales,  poco tráfico y un silencio en pleno centro que apabulla. Tiene además la ventaja de asentarse al lado de ese viejo RIN, dicen que la vía fluvial más transitada de Europa, que te puede comunicar con los países vecinos: Suiza, Holanda, Bélgica o Francia.
Está bien la ciudad y la gente, en general, puede ser muy cercana. No conozco todavía sus carnavales pero dicen que son de escándalo o sus fiestas veraniegas o sus mercadillos navideños que tienen nombre propio.
Pero no pretendo con estas entregas ni dedicarme al relato turístico ni convertirme en propagandista de sus logros, sobre todos los macroeconómicos, que de eso ya se encargan Merkel y sus voceros. Yo voy a estar más en plan mosca cojonera. Buscando esos hilillos que al final destapan que el paraíso no es tal y que aqui, como en todas partes, no atan los perros con longanizas.
Cuestionar la prosperidad germana sería una temeridad por mi parte, y no voy a hacerlo, pero que nadie  de los miles de jóvenes españoles que están pensando en venir, o puedan planteárselo de aquí a poco, crea que aquí las fuentes son de oro y sus grifos manan vino en lugar de agua. Hay de todo como en todas partes, y para desmitificar aquí estoy. Y en este mes y medio tengo material para dar y tomar. Algunos me tomarán por quisquilloso o exagerado. Lo primero puede, lo segundo para nada. Y es verdad que cuando en tu país no tienes ninguna oportunidad puede parecer ingrato quejarse del que te acoge, pero como no es mi caso pues...a ello.
Ya digo que la primera impresión es buena. Faltaría más. Pero cuando bajas al detalle descubres, con asombro, que hay muchas cosas que funcionan igual o peor que en las Españas y se te van cayendo algunos mitos.
Hoy no haré sangre. Estoy en una ciudad muy acogedora, multinacional, con mucha vida y a punto de reventar la primavera, esperando que demuestre su fama de buen vivir  de la que goza en el país. Pero cayéndome como me cae simpática, hay algo que me llama la atención, por no decir que me disgusta,y que parece norma general. Y es la manía de sus gentes de comer cualquier cosa, a todas horas, y en cualquier parte.. Es un fenómeno que enseguida llama la atención y a ratos da hasta repelús.
Comen bollitos, bocadillos de contenido espectacular  y sabores que ¡hay que probarlos!, bandejas de patatas fritas y mucho mucho cafe, en plan aguachirri y en vaso de plástico.. Y no es que falten ofertas para comer, incluso con menús más baratos que en España ( eso sí casi todos basados en salchicas con distinta denominación y chucrut con puré o parecido) pero parece que les pone eso de comer en la calle. Apoyados en cualquier sitio. Solos o acompañados. A mediodía es espectacular la cantidad de gente que para para comer en la calle. Qué tristeza. Me deprime. Además les da igual lo que caiga, nieve o lluvia, con solanera no sé. Te los encuentras en cualquier lugar, incluidos buses o metro y hay ratos que es imposible escapar al tufo de esas cremas que ponen a las patatas o los bocadillos. Que no acabo yo de ver que se ahorran estas criaturas por malcomer así, pudiendo hacerlo sentados. Y de comidas ya hablaré en otra ocasión, porque merecen capítulo aparte, porque para estos lo de la dieta mediterranea les suena como mínimo a chino, o a sur que debe ser lo mismo. Tschüss

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