MERCADOS CRIMINALES
Acogotados nos tienen. Y no sólo hoy, que están las cosas que echan chispas, sino los últimos días, semanas, meses ya... Son los dichosos mercados, esos metidos en una glotonería sinfín que genera cada día nuevas amenazas.
¿Pero quienes son los dichosos mercados?. Me temo que nosotros mismos. Todos los que tenemos cuentas en los bancos, esos bancos que nos venden fondos, esos fondos, sobre todo los de alto riesgo, que apuestan por ganar lo máximo posible en el menor plazo posible. Es una locura aparentemente imparable que amenaza con destruirlo todo. Y el fenómeno parece imparable, a pesar de que esos mercados, corazón mismo del sistema capitalista, se aferran a una dinámica especialemente destructiva, al poner en jaque princípios básicos como el crecimiento económico, sin el que el sistema se vendría abajo.
Y es que esa estrategia de ganancia a cualquier coste está poniendo a Europa al borde del abismo. Primero se cebaron con los países más débiles. Ahora van a por piezas mayores, y su osadía es tan grande que se permiten acabar con gobiernos democráticos y colocar en su lugar, casi designados a dedo, a tecnócratas salidos de sus mismas entrañas para seguir en esa involución generalizada que pasa por recortar y ajustar todo, ignorando derechos laborales y sociales y vendiéndonos la idea de que solo apretándonos cada vez más el cinturón, y por tanto empobreciéndonos cada día más y renunciando al estado del bienestar, habrá una salida.
Pero la idea, una perogrullada, es engañosa. Los mercados son insaciables y van a querer más. El problema es que tiran piedra contra sí mismos: empobreciéndonos a todos acabarán por no tener a quien seguir explotanto, a quien venderle sus productos y quedarán reducidos a un mininúcleo de superricos y una gran masa de meros supervivientes.
Es escandaloso que no nos rebelemos de una vez contra este estado de cosas. Estos días hemos sabido que Japón, después de decenios de atonía económica, vuelve a la senda del crecimiento gracias a la enorme inversión pública para tapar los agujeros creados por la mayor catástrofe sufrida por el país desde la Segunda Guerra Mundial. Me refiero al terremoto, maremoto y accidente en la nuclear de Fukushima, que tantos muertos, sufrimientos y secuelas han causado. Es decir, ha tenido que acontecer una gran catástrofe para que la economía se anime.
Mal ejemplo para unos mercados que una vez que hayan exprimido hasta límites insoportables los beneficios por la especulación con la deuda y los ajustes fiscales en la Unión, puedan llegar a pensar que una "gran catástrofe" sería lo mejor para reactivar la exhausta economía europea. Uno está ya curado de espantos y visto lo visto cualquier hipótesis que ahora nos puede parecer impensable, podría convertirse en hechos en muy poco tiempo.
Por eso es necesario parar esa estrategia suicida , dar un puñetazo en la mesa y recordarles a los mercados que sin nosotros no son nada.
Salud.
Etiquetas: crisis de deuda, Mercados financieros
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