LÁGRIMAS DE COCODRILO

Era inevitable. La dimisión de Camps o su inhabilitación por el juzgado era cuestión de tiempo. Contra toda lógica, y haciéndole un flaco favor a su partido, se presentó a la reelección, se creyó absuelto, pero la perspectiva de sentarse en el banquillo y el poco respaldo recibido de la cúpula del partido, no más que unos cuantos golpecitos en el hombro, han sido decisivos para que, finalmente, qué alivio, tirara la toalla. Desaparecido cinco días, donde habrá habido de todo, Camps se va pretendiendo hacerlo de forma elegante, cuando se va porque no le queda otro remedio. El paladín de la elegancia, que hubiera hecho justicia a esa pretensión dimitiendo hace ya muchos meses, se va de la forma más cutre, no se sabe si reconfortado por esas lágrimas de la alcaldesa Rita Barberá, tan numantina ella, pero abandonado descaradamente por la dirección del partido.

En fin, en todo caso una salida que no por esperada deja de verse como algo bueno para la higiene democrática de este país. Ahora que se las tenga en el juzgado.

Otra cosa es el papelón de Mariano Rajoy, cuya renuncia se hace imprescindible por su incompetencia manifiesta para resolver rápidamente y en tiempo este escándalo. No hace falta dar muchas razones, pero estarán conmigo en que su actuación, por dejadez, pone lo pelos de

punta. Sólo de pensar que este señor pueda llegar en unos meses a la Moncloa y que de sus indecisiones dependa la política de este país es para echarse a llorar o salir corriendo. Es legendaria ya su manera de evitar los problemas: o desaparece o se vuelve mundo y deja que sus segundos o terceros espadas lidien con la opinión pública, generalmente arremetiendo contra terceros. Véase sino como han salido en las últimas horas pidiendo la renuncia del candidato socialista Rubalcaba, siguiendo "el ejemplo" de Camps. Pues van listos, como siga la senda Camps hay Rubalcaba para rato.

Pero insisto. Sería bueno para el PP y para España que este señor se fuera a su casa. Un partido como el PP, a punto de asumir el gobierno, no puede permitirse tener como líder a un tipo tan insulso, sin carisma, sin capacidad de decisión, que corre a esconderse en cuanto se presenta un problema. Y, sobre todo, es el país el que no puede permitirse, con la que está cayendo, tanta grisura. Una pena que estemos tan cerca de las elecciones y a los barones peperos no les quede casi margen de maniobra para deshacerse de semejante personaje. Lo mismito que de su ex, quiero decir del expresidente Aznar, escondido también estos días, a ver si se pasa la tormenta desatada en torno al grupo Murdoch, del que recibe un pastón mensualmente.

Salud