LA SANGRÍA DEL PP

No voy a pararme mucho en la historia, porque ya los medios se ocupan casi al minuto, y cualquier análisis puede quedar obsoleto al rato, dado que parece estar en un proceso imparable. Me refiero al ataque de espionitis que tienen en el Partido Popular (PP), concretamente en el madrileño y, por extensión al nacional. UNo no sale del pasmo ante la caradura de Aguirre, doña Esperanza, todavía presidenta de la Comunidad de Madrid y me temo que por bastante tiempo, porque lo que es dimitir no dimite ni dios ni en ese partido ni en ninguno. La pobre, con esa cara que no se la cree nadie, se presenta ahora como víctima de una conspiración para acabar con ella políticamente, en la que insinúa que pueda estar Génova (cuartel general del PP) y por ende Rajoy, don Mariano.
El problema es que no hay forma de creerla, primero porque la cara es el espejo del alma y la de doña Esperanza es un cuadro de culpabilidad, y luego porque los trapos sucios están en su propio gobierno autónomo, donde no sólo se dedican a espiar a los marianistas, a los partidarios de alcalde Gallardón y por supuesto a la oposición, sino que también se siguen entre ellos y cruza dossieres cual afiladas navajas.

De negar cualquier participación cada cual ha pasado a echar la culpa al otro y al corifeo se han sumado, con sus propios intereses y navajazos algunos de los medios más significativos de la derecha, léase El Mundo o la Cope. ¡Las barbaridades que se están diciendo y escribiendo!. En fin, esto no se sabe como va a acabar pero lo que está muy claro es que esos dirigentes y esos medios tienen muy poco respeto a los más de diez millones de votantes peperos que, cuando menos, deben estar muy pero que muy desconcertados. La imagen que están dando es patética y a solo un mes de las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco.
Los intereses encontrados han salido a flote y ponen en peligro de naufragio todo un proyecto político que, a estas alturas de la película y con la que está cayendo (la tremenda crísis económica) debería volcar su esfuerzo en dar alternativas al escaso ingenio del gobierno. Pero parece que apuestan por jugarse el todo por el todo y ver quien pilla poltrona. El problema, como ya apunta más de un analista, es que la situación empieza a recordar muy mucho a la que vivió la UCD en sus últimos años. La diferencia es que aquell formación tenía un político serio al frente, Suárez, don Adolfo, que cuando el griterío se hizo insoportable tuvo la dignidad de dimitir. Eran, obviamente, otros tiempos y otro estilo. Continuará...

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