LA FUGA DE AGUIRRE
No sé lo que habría hecho en su lugar. Probablemente lo mismo, salir por patas ante aquella "ensalada de tiros. Pero claro hay una diferencia. Yo soy ciudadano de los de a pie y ella una alta funcionaria pública, nada menos que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Aguirre, doña Esperanza. Lo mio puede parecer fijación con la susodicha, pero es que se lo gana a pulso.
Bien, vayamos al asunto. Digo que lo suyo es diferente porque el hecho de ser presidenta conlleva no sólo privilegios, es decir prioridad para casi todo, muchas reverencias y acceso a lugares que el resto de los mortales ni olemos. Pero también incluye responsabilidades. Y más cuando se es cabeza de una delegación. Y ella lo era. Después de tirarse el moco por Bombay, como si una ministra de Exteriores fuera, recibiendo agasajos y lisonjas varias, doña Esperanza no tuvo empacho de deshacerse de sus caros zapatos y salir por pies, "entre charcos de sangre", y salir pitando hacia el aeropuerto, donde gracias a su tarjeta de crédito oro pudo conseguir billete vip y largarse de las primeritas. Y todo sin volver la cabeza para ver que pasaba con el resto de su delegación, porque ya se sabe en situaciones así "sálvese quien pueda" o "maricón el último".
Esa irresponsabilidad política se vió agravada por el numerito de su llegada a Madrid, donde sin lavarse y sin peinarse y con unos patéticos calcetines y zapatos de tacón (forma estudiada para dar bien idea de la urgencia de su acción heróica) se presentó ante la prensa como víctima y, por supuesto, heroina de los sucesos de Bombay. Patética, doña Esperanza. Así que no voy a perder más tiempo en criticar su actitud.
Lo que sí me preocupa es tener a semejante personaje como responsable política de la comunidad de Madrid y afín además al ex-presidente del gobierno y del PP, el Aznar. A ella no sé si alguien le pedirá responsabilidades, pero a él ya va siendo hora de poner las cosas en su sitio y exigirle, al menos, que explique su gestión política y sus conchabeos con el señor Bush: la última su colaboración para el traslado, ilegal, de detenidos, ilegalmente, a Guantánamo.
Bien, vayamos al asunto. Digo que lo suyo es diferente porque el hecho de ser presidenta conlleva no sólo privilegios, es decir prioridad para casi todo, muchas reverencias y acceso a lugares que el resto de los mortales ni olemos. Pero también incluye responsabilidades. Y más cuando se es cabeza de una delegación. Y ella lo era. Después de tirarse el moco por Bombay, como si una ministra de Exteriores fuera, recibiendo agasajos y lisonjas varias, doña Esperanza no tuvo empacho de deshacerse de sus caros zapatos y salir por pies, "entre charcos de sangre", y salir pitando hacia el aeropuerto, donde gracias a su tarjeta de crédito oro pudo conseguir billete vip y largarse de las primeritas. Y todo sin volver la cabeza para ver que pasaba con el resto de su delegación, porque ya se sabe en situaciones así "sálvese quien pueda" o "maricón el último".
Esa irresponsabilidad política se vió agravada por el numerito de su llegada a Madrid, donde sin lavarse y sin peinarse y con unos patéticos calcetines y zapatos de tacón (forma estudiada para dar bien idea de la urgencia de su acción heróica) se presentó ante la prensa como víctima y, por supuesto, heroina de los sucesos de Bombay. Patética, doña Esperanza. Así que no voy a perder más tiempo en criticar su actitud.
Lo que sí me preocupa es tener a semejante personaje como responsable política de la comunidad de Madrid y afín además al ex-presidente del gobierno y del PP, el Aznar. A ella no sé si alguien le pedirá responsabilidades, pero a él ya va siendo hora de poner las cosas en su sitio y exigirle, al menos, que explique su gestión política y sus conchabeos con el señor Bush: la última su colaboración para el traslado, ilegal, de detenidos, ilegalmente, a Guantánamo.
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