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lunes, mayo 10, 2010

LA VERGÜENZA DE EUROPA

En estos días tan agitados para la nueva Europa, esa que construimos entre todos a base de tropiezos, y el último, el del desbarajuste financiero, no es pequeño, decía que en estos días en que se intenta poner un poco de orden, reparar daños y, como tras cada crisis, dar un nuevo impulso a la Unión, hay noticias que reabren agravios, nos devuelven los fantasmas, y nuestras vergüenzas históricas desbordan el mausoleo en las que quisimos enterrarlas.
Todo este farragoso comienzo para recoger, con horror, el descubrimiento de otra de esas masacres que creímos dejar atrás con el final del siglo XX. Pero nuestros campos guardan desde hace muchas décadas, por no decir siglos, las huellas de las atrocidades con las que este continente saciaba, demasiado a menudo, una sed de sangre que parece congénita.
Lo digo porque en el sur de Serbia acaban de descubrir otra de esas fosas comunes. Al parecer hay unos doscientos cincuenta cadáveres de albano-Kosovares. Todavía no hay detalles concretos, pero no hace falta echarle mucha imaginación para identificarla como una huella más de los desmanes de las milicias serbias que tanto protegió el entonces presidente Milosevic, cegado por un panserbismo imposible y acorralado por ciertas potencias europeas.
El descubrimiento de esa fosa, que seguramente no será el último, nos retrotrae a un tiempo de horror todavía demasiado cercano, en una zona de Europa, los Balcanes, desestabilizada durante siglos, donde los odios están muy pero que muy arraigados y la convivencia es una palabra desaparecida.
Europa sigue mirando para otro lado, pero el conflicto balcánico sigue sin cerrarse. Hay demasiados flecos, demasiado horror, demasiado odio acumulado y demasiadas responsabilidades sin dirimir. Es fácil, cuando se vuelve sobre el asunto, colgarles la etiqueta de malos malísimos a los serbios. Y seguramente algunos lo fueron y lo son. Pero en esa región europea hay muchos otros responsables de crímenes, los hay entre los serbios, pero también entre croatas, bosnios, montenegrinos y albano-kosovares. Y las responsabilidades por tanto horror apuntan hacia más arriba, hacia cancillerías como la alemana, la francesa o la británica que jugaron un papel determinante en el desmoronamiento de la casa yugoslava, desatando odios atávicos.
Pero está claro que nadie parece interesado en reconstruir la verdad, hacer pagar su culpa a los respondables, reparar a las víctimas y comprometerse para lograr una estabilidad real que permita una convivencia pacífica.
Y digo que nadie parece interesado porque a lo largo de toda Europa hay demasiadas atrocidades y poca justicia. Y nadie puede tirar la primera piedra. Por supuesto tampoco en España. Recordemos que hay miles de cadáveres en nuestros campos y cunetas, que más de setenta años después todavía siguen sin ser identificados ni reparada su memoria.
Pobre Europa, pobres ciudadanos.


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