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sábado, mayo 01, 2010

1º DE MAYO

Fuimos muchos. Unos cuantos miles. Si se tratara de una manifestación de esas orquestadas por PP e Iglesia Católica hablarían de millones, de multitudes. Yo me quedo en unos miles. Hace un día espléndido en Madrid. Primavera. Y que gusto tomar el dentro de la ciudad durante un par de horas, y ver, con la que está cayendo, a miles de compañer@s desfilando pacíficamente por el centro de la calle Alcalá y camino de la Puerta del Sol. Estaban los dos grandes sindicatos, muchos militantes y otros muchos que no lo somos. Pero el Primero de Mayor es un día de celebración, de recordatorio de lo conquistado, de reafirmación de los derechos de los trabajadores y de que la reivindicación no es cosa de un día sino algo permanente, y más en estos tiempos de recortes sociales y de amenaza para el empleo. Seguramente hoy Javier Marías estará irritado otra vez. Hace unas pocas semanas, desde su púlpito en el colorín de El País, arremetía contra las manifestaciones que un día sí y otro también "colapsan" el centro de Madrid. Bueno- Allá él. La ciudad es para los ciudadanos, no solo para los coches, y también para los que quieren exponer sus reivindicaciones. Es un escaparate estupendo para hacerlo. Decía Marías que además las manifestaciones no eran serias, que cada día se parecían más a romerias, por el ambiente festivo. Puede que tenga un punto de razón. Pero me encanta.
Verás Javier. Si hubieras salido esta mañana de tu confortable hogar de intelectual por encima del todo y de la nada y te hubieras acercado a la plaza de Cibeles habrías podido disfrutar no ya de una mañana espléndida, sino de la posibilidad de ir por el centro de la calzada, tranquilo, sin ruido de motores, admirando algunos de esos edificios maravillosos que apenas se pueden ver desde las aceras. Y además rodeado de la mejor gente posible. De los trabajadores. De los comprometidos. De los que todavía creen en la solidaridad entre la gente. De los que no se doblegan a pesar de las invectivas de unos, el ninguneo de otros y las amenazas de otros muchos. Y lo hacen, hoy era su nuestro día, con alegría. Con color. Reclamando el mantenimiento de los derechos, claro, pero también con buen humor. Con mucho humos. Con calor entre la agente. Con reencuentros con viejos amigos y conocidos. Con la sangre hirviendo un poquito al ver a esos chavales de menos de veinte años gritando, desde la convicción absoluta que da la juventud, su derecho a tener un empleo y digno, a que paguen los que tienen que pagar, a una huelga general que los mayores no acabamos de ver necesaria.
Pero seguramente esto a sí, don Javier, te parecerá una horterada. Qué le vamos a hacer. Es lo bueno que tienen las ciudades grandes. Que cabemos todos.

Y a todo esto cabría recordar que aunque el tono sea festivo, los manifestantes tenemos-teníamos muy claro que nos resistiremos a ser los paganos de una crisis que provocaron otros, a los que los gobiernos financian con generosidad y que a cambio quieren cargar el coste de sus desmanes sobre las espaldas de los trabajadores. Sabemos que hay mas de cuatro millones setecientos mil parados, pero no tenemos tan claro que la responsabilidad, al menos la principal, sea del gobierno. Porque aquí, y todos los sabemos, cuando las cosas marchan bien, los méritos son de los empresarios, de alguna lideresa de comunidad autónoma y de cualquier liberal de pacotilla, pero cuando pintan bastos la culpa siempre es del gobierno ( y más si lo preside Zapatero)y son los trabajadores los que se tienen que apretar el cinturón y afrontar la catástrofe mientras ellos se retiran a sus confortables cuarteles de invierno.
Es verdad. Es una terrible calamidad esto del paro. Y, sobre todo en este país, tiene responsables con nombre y apellidos y una patronal despreciable y sin escrúpulos que solo mira el corto beneficio sin importarle nada más. Pero claro, lo mejor es echarle la culpa a ZP...
En todo caso hoy es día de celebración y día de solidaridad entre los trabajadores. Es una fiesta. Pero, ojo, no se equivoquen. La paciencia tiene un límite y es fácil de imaginar lo que podría ocurrir si esos miles de trabajadores dejamos salir nuestro cabreo y mostrarlo con crudeza en las calles. Entonces sí que se les agriaría el careto a patronal, PP, su cuadrilla mediática, y el PSOE oficialista. Incluso a Javier Marías.

Salud

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