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miércoles, mayo 19, 2010

IMPASIBLE EL ADEMÁN

Paseaba a primera hora de esta tarde de gozosa primavera en Madrid por la calle Princesa cuando abordome una señora, tabletilla en mano, para pedir mi firma contra la anunciada subida del IVA del malvado Zapatero. Pillado por sorpresa, en principio no sabía que hacer. Así que me tomé mi tiempo, contemple a la señora, una señora bien, con ese look antiguo de cuando el PP no se había vuelto el partido de los trabajadores, pensionistas y demás perjudicados por los socialistas (se ve que a los peperos no les ha dado tiempo a transformar la indumentaria). Y ya decidido le contesté que no firmaba contra, pero que si me podía indicar dónde podía firmar a favor de la subida del IVA, no ya dos puntos como amenazan los sociatas, sino tres o cuatro.
La señora me miró atónita. Luego dijo con todo énfasis ¡qué barbaridad!. A lo que repliqué(me estaba metiendo en un berenjenal) que barbaridad la suya. Que, si podía, me explicara como oponiéndose, como se opone el PP, a subir el Iva, subir los impuestos directos (sobre todo a los más ricos), recuperar el impuesto de patrimonio, congelar las pensiones o reducir el sueldo a los funcionarios, y al tiempo pedir rebaja de impuestos, más dinero para los ayuntamientos, más dinero para la campaña de venta de automóviles, etc, que me explicara, dije, de donde sacaría el gobierno el dinero para tales gastos, y para reducir el deficit y la deuda.

A estas alturas la señora ya había demudado su rostro, perdido el color y asomaba en sus ojos una ira creciente que auguraba una tormenta de consecuencias impredecibles.

Aguantando el tirón, o lo que es lo mismo su mirada, esperé, con mi mejor cara dialogante, su respuesta. Respuesta que son de las que dan susto:¡Que devuelvan los c...socialistas todo lo que robaron!.

Y eso me lo decía la señora, segura de estar supercargada de razón, segura de su justificada indignación ( menos mal que no llevaba paraguas, que sino me agrede) y buscando la complicidad de los curiosos que se habían ido acercando y que la jaleaban con un ¡eso, eso!.
Había que salir por pies, pero no me resistí a recomendarle que se tomara una tila. Momento en que me di la vuelta y cruce el semáforo lo más raudo posible, mientras me llegaba, cada vez más lejano, el runrún de insultos que afortunadamente se alejaban de mi espalda.
Me fui a tomar un café, tranquilamente, pensando que macabro mecanismo impide a los militantes ser conscientes de los propios errores y ver solo los ajenos. Y más con la que está cayendo con el Gürtel, pero eso, ya se saben, o mejor lo saben los populares, es un invento y una maniobra de los socialistas.
¡Qué país!

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