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martes, febrero 24, 2009

DEMAGOGIA CRIMINAL

En los países anglosajones suele ser costumbre que cuando algún cargo público, alto o mediano o bajo, es pillado en un renuncio, presente de inmediato la dimisión. Eso es algo que tenía que haber hecho el ya ex-ministro Bermejo cuando trascendió su famosa cacería junto a otros altos cargos, además del juez Garzón, en finca pública y sin la debida licencia. ¡El ministro de Justicia saltándose la ley!. Vale, hasta aquí todo correcto. Ha tardado una semana, pero al fin se ha ido, en medio del follón del hooliganismo pepero.
A mi no me gusta la caza. Me parece obsceno, por no llamarlo criminal, matar por placer, y me resulta muy difícil entender que a alguien le guste hacerlo una vez que ya hemos superado aquel atávico deber de cazar para comer. Así que lo de la caceria fue una doble metedura de pata. Y además muy poco rentable políticamente para los sociatas.
Pero a propósito de este desaguisado, los peperos han montado una memorable, sin vergüenza alguna, atacando al gobierno porque dicen se inmiscuye en la justicia y la usa contra ellos, atacando a los jueces que les investigan, porque aseguran que son partidistas y contrarios al PP, y sin reconocer ni un solo error en su actuación, a pesar de estar pringados de mierda hasta las cejas.
La desfachatez llegó al colmo cuando Rajoy le dió un ultimatum al juez Garzón para que abandone la investigación de la corrupción pepera, y se inhiba, amenazando en caso contrario con denunciarle por prevaricación. Yo no sé lo que entiende don Mariano por independencia judicial. Y no sé lo que diría si los sociatas u otro dirigente político lanzara ultimatums a los jueces. A mi me parece que lo suyo es un delito. Un delito político y un delito perseguible jurídicamente.
Asistimos así a un ejercicio de desvergüenza sin precedentes: los peperos no solo han cerrado filas cual legión romana, sino que arremeten contra todo aquel que no comparte sus puntos de vista o que pretende destapar un poco la alfombra bajo la que esconden sus millonarias miserias.
Huele muy mal la calle Génova y huele muy mal todo el peperio madrileño y valenciano.
Están exultantes por la dimisión de Bermejo, pero ellos no se aplican en cuento ni de coña. Y esta mañana me ha dado una arcada escuchar al ex-ministro de Defensa, y diputado pepero Trillo, aquel que ni se le pasó por la cabeza dimitir cuando enterró de mala manera y confundiendo identificaciones, con lo que eso supuso de desprecio a familias y víctimas, a los soldados muertos en el accidentel del yak-42.
¡Qué asco!

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