11-S
No puedo evitarlo. No puedo dejar de recordar el 11-S. Y más cuando anoche ví dos documentales en la tele, uno en la Sexta y otro en A-3 que refrescaron todo el horror de aquellas horas y, también, el desconcierto de todos ante unos atentados sin precendentes.
Hay que quitarle todo prejuicio morboso a la hora de acercarse a un momento como aquel. Más que nada, y querámoslo o no, porque nos cambió la vida a todos, y eso no tiene remedio.
Recuerdo aquella mañana trágica porque estaba fuera de casa, en una capital extranjera y justo estaba desayunando cuando hubo un revuelo en el vestíbulo del hotel y la gente empezó a arremolinarse en torno a un pequeño televisor que había en la conserjería. Estaba la CNN y mirábamos atónitos el incendio de una de las torres, mientras todos y cada uno atendía o llamaba por el móvil. Cuando nos dimos cuenta estaba la segunda torre también en llamas y empezábamos a conocer detalles de lo ocurrido. La sensación entonces es que estábamos ante el inicio de una guerra y que lo que había que hacer era regresar cuanto antes a casa, para desde allí comprobar su alcance y ver en qué nos afectaba .
El hotel vivió un momento de auténtica crísis, cuando prácticamente todos los clientes cancelamos la habitación mientras por teléfono intentábamos cambiar el vuelo. Tuve suerte y apenas tres horas más tarde estaba a bordo de un avión camino de mi ciudad y esperando llegar, pues nos habían dicho que estaban cerrando los espacios aéreos por todo el mundo.
En todo momento no podía apartar de la cabeza las imágenes de aquellas torres ardiendo, sabiendo que dentro había miles de personas atrapadas. Esos instantes de horror despiertan los peores instintos: por un lado los del miedo y el terror, por otro los de una violencia apenas contenida, el rencor y la venganza ante algo que no tenía justificación alguna.
Cuando ya por la tarde, en casa, ví las imágnes de las torres viniéndose abajo, supe que se habíua consumado el horror.
Anoche, viendo los documentales, además de las nuevas y espectaculares imágenes del impacto de los aviones contra las torres, me conmovieron hasta el alma los rostros de los que vivieron la tragedia a pocos metros y luego la de los familiares y amigos que perdieron a alguno de los suyos.
En un día como hoy no estoy para valoraciones políticas,. No, desde luego, para juzgar a ese engreido e inepto Bush. Pero sigo teniendo muy claro que ningúna razón de odio o de venganza hacia Estados Unidos podía justificar tal masacre de inocentes. El golpe fue primero para las víctimas, luego para sus próximos y desde luego para todos los temas. No es compatible con el ser humano tanta crueldad.
Entiendo los deseos de venganza de los que sufieron aquello directamente, aunque eso no legalice los desmanes de la administración Bush. Pero quieron recordarme que la venganza no puede ser la coartada para cometer tanta atrocidad. Y en este caso, ni Bin Laden ni sus secuaces, ni algunos progresistas de salón pueden simpatizar con unos atentados que, además de derramar tanta sangre, no fueron más que el anuncio de otros que vinieron detrás. Un asesino, un grupo de asesinos, sólo son eso: asesinos y no hay causa justa posible detrás.
En este aniversario, mi solidaridad con todos los neoyorquinos y norteamericanos y con todos los que somos víctimas posibles de semejantes bárbaros.
Paz y salud
Hay que quitarle todo prejuicio morboso a la hora de acercarse a un momento como aquel. Más que nada, y querámoslo o no, porque nos cambió la vida a todos, y eso no tiene remedio.
Recuerdo aquella mañana trágica porque estaba fuera de casa, en una capital extranjera y justo estaba desayunando cuando hubo un revuelo en el vestíbulo del hotel y la gente empezó a arremolinarse en torno a un pequeño televisor que había en la conserjería. Estaba la CNN y mirábamos atónitos el incendio de una de las torres, mientras todos y cada uno atendía o llamaba por el móvil. Cuando nos dimos cuenta estaba la segunda torre también en llamas y empezábamos a conocer detalles de lo ocurrido. La sensación entonces es que estábamos ante el inicio de una guerra y que lo que había que hacer era regresar cuanto antes a casa, para desde allí comprobar su alcance y ver en qué nos afectaba .
El hotel vivió un momento de auténtica crísis, cuando prácticamente todos los clientes cancelamos la habitación mientras por teléfono intentábamos cambiar el vuelo. Tuve suerte y apenas tres horas más tarde estaba a bordo de un avión camino de mi ciudad y esperando llegar, pues nos habían dicho que estaban cerrando los espacios aéreos por todo el mundo.
En todo momento no podía apartar de la cabeza las imágenes de aquellas torres ardiendo, sabiendo que dentro había miles de personas atrapadas. Esos instantes de horror despiertan los peores instintos: por un lado los del miedo y el terror, por otro los de una violencia apenas contenida, el rencor y la venganza ante algo que no tenía justificación alguna.
Cuando ya por la tarde, en casa, ví las imágnes de las torres viniéndose abajo, supe que se habíua consumado el horror.
Anoche, viendo los documentales, además de las nuevas y espectaculares imágenes del impacto de los aviones contra las torres, me conmovieron hasta el alma los rostros de los que vivieron la tragedia a pocos metros y luego la de los familiares y amigos que perdieron a alguno de los suyos.
En un día como hoy no estoy para valoraciones políticas,. No, desde luego, para juzgar a ese engreido e inepto Bush. Pero sigo teniendo muy claro que ningúna razón de odio o de venganza hacia Estados Unidos podía justificar tal masacre de inocentes. El golpe fue primero para las víctimas, luego para sus próximos y desde luego para todos los temas. No es compatible con el ser humano tanta crueldad.
Entiendo los deseos de venganza de los que sufieron aquello directamente, aunque eso no legalice los desmanes de la administración Bush. Pero quieron recordarme que la venganza no puede ser la coartada para cometer tanta atrocidad. Y en este caso, ni Bin Laden ni sus secuaces, ni algunos progresistas de salón pueden simpatizar con unos atentados que, además de derramar tanta sangre, no fueron más que el anuncio de otros que vinieron detrás. Un asesino, un grupo de asesinos, sólo son eso: asesinos y no hay causa justa posible detrás.
En este aniversario, mi solidaridad con todos los neoyorquinos y norteamericanos y con todos los que somos víctimas posibles de semejantes bárbaros.
Paz y salud
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home