ABANDONADOS

Quizá con la tragedia inmensa de Japón, la comunidad internacional parece haber perdido todo interés en las revueltas en los países árabes. De la atención al minuto con la que se siguieron los levantamientos populares en Túnez y Egipto se ha pasado a una cierta apatía ante lo que está ocurriendo en Líbia, Yemen o Bahrein. Es verdad que lo último manda, sobre todo si son imágenes sobrecogedoras que afectan a cientos de miles, cuando no millones de personas, pero detrás de esa atención focalizada casi exclusivamente en Japón se esconde un creciente desinterés, ¿o será cansancio?, ante la revuelta árabe. Y si eso le sucede a la opinión pública peor es lo que ocurre en los foros políticos internacionales, incapaces de ponerse de acuerdo en nada.

Y así las cosas asistimos despreocupados ante el aplastamiento por Gadaffi de la revuelta democrática. Sus tropas, tanques y aviones avanzan inexorablemente, cada día toman una de las ciudades liberadas y será cuestión de días la caída del bastión rebelde, la ciudad de Bengasi. Los desmanes y represalias de Gadaffi y sus tropas no son difíciles de imaginar, pero ahora que parece que su victoria será inexorable la comunidad internacional parece recomponer su posición, deja hacer y espera situarse bien para renegociar con el tirano, que hay mucho petróleo en juego.

Y algo similar ocurre en Bahrein. Los manifestantes de la plaza de la Perla son aplastados ahora sin contemplaciones. Las simpatías se han diluido y la comunidad internacional, los grandes, miran hacia otro lado ante la intervención militar de Arabia Saudí y otros aliados de los Emiratos para acabar con las protestas y sostener a la débil y corrupta monarquía suní que gobierna a su antojo ese pequeño país de mayoría chiíta. Hasta Washington lo ve de lo mas normal ( no como aquella invasión de Kuwait por Iraq), porque se juega mucho, ya que allí tiene su base su quinta flota. Lo que pasa que esa intervención militar se realiza sin mandato
internacional ninguno, sin el visado de la ONU, y a todo el mundo parece darle igual.

Estamos pues ante otro ejemplo desvergonzado de doble rasero, de hipocresía internacional. Los de siempre, los que se creyeron que podían acabar con las tiranías saliendo a la calle e incluso tomando las armas, como en Líbia, están ahora expuestos a una ola imparable de represión, en la que se cometerán todo tipo de tropelías y asesinatos sin que al resto del mundo parezca importarle nada. Y luego dicen...