EL PELIGROSO FILO DE LAS PALABRAS
En estos días, es difícil escapar al terrible ruido ultramontano que parece haberse apoderado de todos los foros. No ya de esa TDT espantosa, llena de tertulias a cual más aborrecible donde se abomina, se practica el escarnio mas crudo, se insulta y se dicen toda clase de memeces por parte de señores y señoras de apariencia respetable, los decentes de toda la vida. No ya de la vida política, enmierdada hasta límites insoportables por determinados portavoces, especialmente dos destacadas dirigentes peperas, que se llenan la boca con palabras como mentira y traición en todas y cada una de sus intervenciones, como si fueran los ingredientes imprescindibles para hilar su salsa de odio en la operación de acoso y derribo, que no oposición, al gobierno. No ya en esos casos, sino en la vida cotidiana. Y valgan
dos ejemplos de los que soy testigo:
Esta mañana, en una cafeteria, de la ruidosa algarabía de un pequeño grupo de (apacibles) ancianos, que cada día nos regalan su curiosa visión de lo que pasa, casi siempre todo malo y culpa de Zapatero, destacaba la voz entre jocosa y desencajada de uno de ellos que reclamaba una estaca con la que acabaría de una vez con todos y cada uno de los rojos.
El sábado, en una reunión de amigos-conocidos, una emuladora de Agustina de Aragón se envolvía en su bandera de la libertad para arremeter no ya contra los desmanes de Zapatero y su desgobierno, como subrayaba todo el rato, sino contra las leyes que iban contra le ética (la suya, por supuesto), las que obligaban a estudiar árabe (sic) en Andalucia, las que exigían a los médicos que asesinaran (aborto, claro) a los niños, y otra serie más de denuncias como el enriquecimiento ilícito de Bono, los trapicheos del gobierno con Eta, la destrucción de España con las concesiones a vascos y catalanes, y una serie interminable de lindezas.
Uno se queda atónito ante semejante descerebre, al que no habría que darle mayor valor si no fuera porque se ha convertido en un ruido insoportable, que crece de día en día. Y es que los ultras están salidos de madre, arremeten a voz en grito contra todo lo que no esté de acuerdo con sus criterios, protestan airadamente por todo y lo hacen armados de los eslóganes-titulares de ciertos medios ultras que cada día nos regalan soflamas a cual mas sonrojante. Están crecidos. Cada día más. Y la posibilidad de mantener un diálogo con cualquiera de esos ejemplares es un imposible. Lo sé por experiencia. Lo peor es ese atrincheramiento en la bandera recién descubierta de la libertad, que airean sin pudor alguno para defender con uñas y dientes su discurso. Libertad que, por supuesto, niegan a los demás para expresar criterios distintos y que usan a diestro y siniestro casi como un arma de destrucción masiva.
No son estos buenos tiempos. No ya para la economía. Sino para el debate político. No existe. La descalificación sustituye al argumento. El insulto, a la libre expresión. De ahí a la agresión física, ni medio paso. Y es que las palabras tienen, a veces, cuando de ellas se hace un mal uso, un filo muy afilado y peligroso.
Paz y salud
Etiquetas: ultras
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