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jueves, enero 28, 2010

¡OBAMA, OBAMA!

El primer año de un mandatario suele poner a prueba la fiabilidad de su palabra y su capacidad para realizar sus promesas. Muy pocos pasan la prueba con aprobado, aunque, por aquello de que todavía queda tiempo, se les da otro margen de confianza, aunque vigilado de forma más estrecha. Obama ha cumplido un año en el poder y atraviesa horas bajas. Quizá porque las esperanzas que generó su triunfo fueron un tanto desmedidas o porque, como novato, creó unas expectativas poco realistas, sin conocer las dificultades que tenía que superar. A Obama le cuelga ya la etiqueta de no cumplidor por aquella promesa suya de cerrar Guantánamo en un año. El extraño e ilegal centro de tortura sigue donde estaba y su cierre demorado hasta no se sabe cuando.
Las cosas no le han salido bien, en general, aunque intentando ser positivo y comparando con su antecesor, el apestado Bush, hay que reconocerle el mérito de devolver una cierta normalidad y bajar un peldaño en esa altanería tan norteamericana que pone de los nervios a medio mundo. Vale, apuesta por una cierta multilateralidad, aunque, como demostró en Copenhague, un poco a su medida con el grupete de amigos, es decir China, India, Brasil y si acaso Rusia. Con ellos pretende marcar el rumbo del mundo, y parece que nadie lo podrá impedir.
En todo caso, y tras el batacazo electoral demócrata en Massachusetts, su presencia anoche en el Congreso, para su primer discurso sobre el Estado de la Nación, había levantado una enorme expectación. Y no ha defraudado.


Junto a la retórica habitual, en su llamada a republicanos y demócratas para actuar juntos en estos momentos de crisis, Obama optó por recurrir a su lado más vendible. Dirigirse directamente a los ciudadanos de clase media, en un lenguaje directo, para regalarles los oídos con los que quieren oír. Es decir, mayor control del gasto público, y más esfuerzos para salir de la crisis económica y recortar el paro. La gran obsesión de los norteamericanos medios son los impuestos y, por tanto, que no se desmadre el gasto público, al que culpan precisamente de esos gastos. Obama no lo va a tener fácil, porque ha tenido que inyectar muchísimo dinero para salvar el sistema financiero y no está claro cuando lo va a recuperar, a pesar de sus intentos de cobrar nuevas tasas a los bancos. Con ese panorama resulta poco creíble que mantenga entre sus objetivos prioritarios las políticas sociales, entre ellas la mejora de la educación o la denostada reforma sanitaria. Si tiene que recortar gastos públicos, los impuestos de subirlos nada, la deuda está por las nubes y creciendo, y sin bajar el presupuesto de la parte del león, es decir el Pentágono, lo tiene crudo para conseguir la pasta con la que mejorar la educación o extender la sanidad a los millones que carecen de ella. Es loable su empeño por mantener las reformas, pero, a pesar de su tono firme, resulta poco creíble, y más cuando en el Congreso lo tiene ahora mucho más difícil y se teme que las elecciones del próximo otoño le van a retorcer aún más la mano.
Pero no adelantamos acontecimientos. El hombre ha tomado aliento. Ha querido dar la imagen de que sigue en sus trece. Y nosotros deberíamos creerlo....por lo menos hasta el próximo año.
De aquello de que la guerra de Iraq está a punto de acabar o de lo que vaya a hacer en Afganistán o Yemen hablaremos otro día.

Salud

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