DE PIRATAS Y VILLANOS
Nos piden, a todos, estos días que seamos prudentes a la hora de informar sobre todo lo que rodea a la toma, por piratas somalíes, del pesquero español Alakrana. Bien, prudencia no significa necesariamente estar callados. Lo importante ahora, indudablemente, es que los treinta y seis tripulantes del buque regresen cuanto antes sanos y salvos, que cuarenta días de cautiverio, en manos además de unos tipos imprevisibles, deben ser realmente muy difíciles de llevar. Lo que ocurre que uno no puede permanecer callado ante tanto despropósito, tanto aprovechado y tanto sinvergüenza. Probablemente el gobierno está haciendo lo que puede, y seguramente habrá más de mil opiniones sobre que debería hacerlo de otra forma, pero un secuestro es un secuestro y nadie puede poner en duda la buena voluntad de los que están legitimados y autorizados para buscar una solución buena y cuanto antes. Pero eso no impide denunciar el cúmulo de desatinos cometidos en estas semanas, entre ellos el traer a España a dos de los secuestradores, para someterlos a nuestra moderna(?) maquinaria judicial, como si no fueramos conscientes que ese tipo de historias, en cuestiones como estas, no valen y que al final habrá que enviarlos de vuelta, donde volarán como pájaros líbres. Así que gastos inútiles para nada, porque ni siquiera valen como gesto para la galería. Están además los familiares, cuya zozobra y sufrimiento es comprensible, aunque no tanto que algunos se conviertan en estrellas mediáticas y torpedeen, con su lógico sufrimiento, los esfuerzos para acabar con el secuestro. Y es que nadie es inocente y menos los que sabían donde se metían.
Digo esto, aunque quizá habrá que rescatarlo más adelante, cuando el secuestro acabe felizmente,porque no conviene olvidar por qué se ha llegado a esta situación.
Somalia es un sindios, un país que no es tal, con un gobierno nominal sin control alguno sobre el territorio, donde, desde hace decadas, señores de la guerra y bandas de todo tipo imponen la ley del mas fuerte. Agotados los recursos internos, vieron en el ancho mar la posibilidad de sacar tajada y lanzáronse al pirateo, sabiendo seguramente los buenos resultados que les da tal actividad a bandas parecidas en los mares del sudeste asiático. Tenemos pues un país destrozado, y miles de millas marinas totalmente fuera de control, por donde pasan importantes rutas marítimas y con caladeros todavía no agotados, sobre todo de atún.
Y es precisamente ahí a donde acuden unos cuantos pesqueros españoles, a pesar de que saben el riesgo que corren. El secuestro del Alakrana no es un episodio aislado. Son decenas los casos ocurridos en meses anteriores. Y a pesar de eso se arriesgan en una zona peligrosa. Pero lo más chocante es que además de saber que esas aguas son muy peligroas, el pesquero se alejó de la zona de seguridad establecida por la flotilla internacional, probablemente confiando que allí la pesca sería mucho mayor.
La decisión, y por tanto la responsabilidad, de navegar en esas aguas y de alejarse de la zona protegida tiene lógicamente unos responsables, que no son precisamente los tripulantes del pesquero. Sí lo es su capitán y, sobre todo, el armados, cuya codicia no le impide poner en peligro a sus empleados, delegando luego en el estado el trabajo de sacar las castañas del fuego. Que los secuestradores somalíes son piratas y por tanto delincuentes es cosa sabida y de difícil solución. Pero hay comportamientos villanos e igualmente delincuentes, como los que llevan a determinados elementos a ordenar al capital dirigirse a esa zona, sabiendo la posibilidad altísima de que se produzca un incidente.
Y, una vez que pase todo, sería deseable que el gobierno y las autoridades judiciales pongan a cada uno en su sitio, se exijan responsabilidades y, lo que les dolería más, exijan el pago de tanto esfuerzo por sacarles de un atolladero en el que se metieron ellos solitos.
Así que solidaridad sí, pero solo con los tripulantes y sus familias, pero justicia también y que caiga con todo rigor sobre los responsables de esa imprudencia temeraria.
Salud
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