PAPA
Realmente la Iglesia Católica cuando se pone no tiene rival en eso que se llama pompa, circunstancia, y en definitiva parafernalia. Acabo de ver el funeral del Papa por televisión y el espectáculo, como se esperaba, no ha defraudado. Ha habido momentos religiosos, concesiones populistas, glamour con el colorido de tanto cardenaly obispo disfrazado, emoción, cánticos hermosos desde Oriente y la consabida cantinela gregoriana. Uno redescubre por momentos la hermosura del Latin, aunque sea con el acento alemán de Ratzinger. Y uno no puede dejar de imaginarse que magos de la escenografía han trabajado en este funeral, que debe haber dejado muertos de envidia a los prebostes de los grandes espectáculos de Broadway o de las superproducciones hollywoodienses. Y esto sin olvidarse que ha sido un espectáculo mediático de primer orden, con audiencias millonarias que seguramente han rivalizado con la de la apertura de los últimos juegos olímpicos.
Pero más allá del funeral en sí, o mejor dicho, fijándonos en uno de los puntos de la plaza de San Pedro, en el que se congregaban las decenas de dignatarios, mandatarios y tarios en general de todo el mundo, uno no deja de preguntarse el por qué de tanta unanimidad planetaria en torno a la figura siempre controvertida del papa polaco. Porque es verdad que este Papa, en su largo mandato ha repartido gestos en casi todos los frentes, sobre todo de la alta política.
Uno no puede sustraerse a su imagen en el despacho vaticano, con mapamundi sobre la mesa, jugando a la geopolítica y a su juego favorito, como doblegar y, a poder ser, borrar del mapa el comunismo made in Moscú. Es verdad que junto a Reagan y la inolvidable Margarita Thacher lograron poner contra las cuerdas al debilitado y anquilosado régimen soviético. Que Juan Pablo fue uno de los primeros en poner la piqueta en el punto más débil del muro de Berlín, que su probado liderazgo sobre los sindicatos católicos polacos fueron decisivos en el derribo del Pacto de Varsovia. También es verdad que tras el fin de la guerra fría se quedó sin objetivos, se despistó un poco y empezó a repartir leña, combinada con zanahoria, a diestro y siniestro en un ejercicio de difícil seguimiento.
Y así, es verdad una vez más, que mostró su solidaridad con los palestinos y que criticó a Bush por su invasión de Iraq, pero también lo es que bendijo y se codéó con despotas de medio mundo. Que junto a las admoniciones, siempre tuvo las bendiciones. Que mostró su solidaridad con los pobres, pero siguió administrando a todo trapo ese trasatlántico de lujo que es el Vaticano. Que ofreció compasió0n a los enfermos del Sida pero condenó el uso del condón, que perdonó a asesinos y disctores, pero condenó a los promotores de la teología de la liberación. Que ancló la Iglesia, en definitiva, en su punto más rancio, demonizando divorcio, aborto, eutanasia, matrimonios no canónicos, homosexuales....y que su larga mano siguió atando muy carto a gobiernos de paises tradicionalmente católicos, como la católica España.
Sorprende tanto jefe de estado y de gobierno en su entierro. Representantes de ideologías tan dispares, ¿o no?. A lo mejor es que todos estaban encantados con un Papa de mensajes contradictorios, que en el fondo siempre les servía una coartada para sus políticas. A lo peor es que sabían que detrás de la regañina siempre estaba la complicidad que podían ofrecerle a base de más ventajas para su Iglesia.
Fue un político de altura. Sin duda. Pero fue uno de los suyos, uno de esos dirigentes que hoy miraban entre el pasmo y el aburrimiento, su triple féretro en el grandioso escenario de mármoles de San Pedro. Pero no fue uno de los nuestros. Nunca, a pesar de lo que decía, estuvo con los mortales, con la gente normal que afrontra los problemas de cada día. Así que , por mí, se lo pueden quedar para ellos solos. Hacerle santo. Convertirlo en el gran icono del nuevo siglo. Yo seguiré sin hacerle ni caso.
Salud para todos
Pero más allá del funeral en sí, o mejor dicho, fijándonos en uno de los puntos de la plaza de San Pedro, en el que se congregaban las decenas de dignatarios, mandatarios y tarios en general de todo el mundo, uno no deja de preguntarse el por qué de tanta unanimidad planetaria en torno a la figura siempre controvertida del papa polaco. Porque es verdad que este Papa, en su largo mandato ha repartido gestos en casi todos los frentes, sobre todo de la alta política.
Uno no puede sustraerse a su imagen en el despacho vaticano, con mapamundi sobre la mesa, jugando a la geopolítica y a su juego favorito, como doblegar y, a poder ser, borrar del mapa el comunismo made in Moscú. Es verdad que junto a Reagan y la inolvidable Margarita Thacher lograron poner contra las cuerdas al debilitado y anquilosado régimen soviético. Que Juan Pablo fue uno de los primeros en poner la piqueta en el punto más débil del muro de Berlín, que su probado liderazgo sobre los sindicatos católicos polacos fueron decisivos en el derribo del Pacto de Varsovia. También es verdad que tras el fin de la guerra fría se quedó sin objetivos, se despistó un poco y empezó a repartir leña, combinada con zanahoria, a diestro y siniestro en un ejercicio de difícil seguimiento.
Y así, es verdad una vez más, que mostró su solidaridad con los palestinos y que criticó a Bush por su invasión de Iraq, pero también lo es que bendijo y se codéó con despotas de medio mundo. Que junto a las admoniciones, siempre tuvo las bendiciones. Que mostró su solidaridad con los pobres, pero siguió administrando a todo trapo ese trasatlántico de lujo que es el Vaticano. Que ofreció compasió0n a los enfermos del Sida pero condenó el uso del condón, que perdonó a asesinos y disctores, pero condenó a los promotores de la teología de la liberación. Que ancló la Iglesia, en definitiva, en su punto más rancio, demonizando divorcio, aborto, eutanasia, matrimonios no canónicos, homosexuales....y que su larga mano siguió atando muy carto a gobiernos de paises tradicionalmente católicos, como la católica España.
Sorprende tanto jefe de estado y de gobierno en su entierro. Representantes de ideologías tan dispares, ¿o no?. A lo mejor es que todos estaban encantados con un Papa de mensajes contradictorios, que en el fondo siempre les servía una coartada para sus políticas. A lo peor es que sabían que detrás de la regañina siempre estaba la complicidad que podían ofrecerle a base de más ventajas para su Iglesia.
Fue un político de altura. Sin duda. Pero fue uno de los suyos, uno de esos dirigentes que hoy miraban entre el pasmo y el aburrimiento, su triple féretro en el grandioso escenario de mármoles de San Pedro. Pero no fue uno de los nuestros. Nunca, a pesar de lo que decía, estuvo con los mortales, con la gente normal que afrontra los problemas de cada día. Así que , por mí, se lo pueden quedar para ellos solos. Hacerle santo. Convertirlo en el gran icono del nuevo siglo. Yo seguiré sin hacerle ni caso.
Salud para todos
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