EL ADIÓS DE RUBALCABA

Se fue Rubalcaba. Aguantó el tirón hasta la última sesión ordinaria del Congreso y, salvo plenos excepcionales, ya no se le verá por el parlamento. Ahora sólo queda su relevo al frente del partido en el congreso de Julio, las vacaciones y el regreso a la docencia. Se acaba una de las carreras políticas más competentes de la escena española. Y se va por la puerta falsa. Sin honores ni reconocimientos. Este país es profundamente injusto y no queda el consuelo de que la historia le hará justicia.
Perdemos, sin duda, a uno de los políticos más audaces, astutos e inteligentes y además en unos tiempos en los que no abundan. Tuvo una actuación política muy brillante, con resultados palpables y de los que  dejan subrayados en la historia, que entró en decadencia justo cuando más se le necesitaba, cuando asumió la dirección del partido para intentar impedir su hundimiento.
Su gestión en Educación e Interior fue excelente, sobre todo en este último ministerio, coincidiendo su mandato con el fin de la actividad armada de Eta. Su muchos años como parlamentario han dejado escritas páginas memorables. Su ingenio y su habilidad provocaron serios problemas de cabeza al gobierno de Aznar y al Rajoy opositor que nunca llegó a tener su talla.
Era un personaje polemista y polémico. Un rival feroz. Y concitó muchos odios y muchas campañas, como las que le situaban detrás de supuestos trapicheos con Eta, de los atentados del 11-M o de manipulación electoral. Se dijeron auténticas barbaridades, pero ninguna pudo con él.
De aquel memorable Rubalcaba se ha visto poco en los dos últimos años. Incapaz de apaciguar los ánimos en el partido, distanciado de la calle, asumió un papel de hombre de estado que le ha alejado aún más de los ciudadanos. No se entiende que se lo pusiera tan fácil al PP. No se entiende que fuera incapaz de ponerse al lado de la ciudadanía para frenar los desmanes del gobierno Rajoy. Le faltó agresividad, garra, inteligencia y fuerza.
Se va derrotada. Quebrado anímicamente. Sin conseguir ninguno de los objetivos que se propuso. Y deja un partido hecho trizas.
Este desvarío de última hora no impedirá que se reconozca su brillantez de antaño. Con él se cierra una época y con su salida continúa el recambio de políticos en primera fila que debe continuar para regenerar este país o lo que quede de él.
Gracias, Rubalcaba. Y adiós.