EL ADIOS DE RUBALCABA

Un catarro ha permitido a Alfredo Pérez Rubalcaba apartarse momentáneamente, descansar y, seguramente, disfrutar de las mieles cosechadas en su día triunfal de ayer, con el brillante discurso de cierre de la conferencia política del PSOE. Debe estar agotado porque echó el resto. Y se los metió en el bolsillo: a los incondicionales y a los dudosos y acalló, al menos por ahora, a los más críticos. Pero Rubalcaba ayer tenía motivos para darlo todo: lleva dos años terribles al frente del PSOE y culminaba su gran apuesta, la de dar un nuevo rumbo al partido, reforzar su poso ideológico, aunque sea volviendo a las raíces.

Y es que estos dos años ha tenido que bregar con las circunstancias externas y con el barullo interno. Y, aún así, el acto de ayer suena a despedida. Fue una victoria personal. La superación de un reto que se puso. Y, probablemente, en los próximos meses dejará el timón a otros, renunciando a las primarias.
Antes de que el PSOE perdiera las elecciones frente al PP de Rajoy, ya dije, en otra entrega, que Rubalcaba era el único que podía salvar del naufragio a los socialistas. No lo consiguió y perdió por mucho. Estaba lastrado por la que muchas consideran penosa última fase del gobierno Zapatero, del que formaba parte. Y pasó a dirigir un PSOE dividido, desmotivado y avergonzado. Paralizado ante una sociedad que volcó en esa formación toda la ira ante el desastre financiero y económico en el que se hundió el país, independientemente de que la crisis fuera mundial y afectara a otros muchos.
Aún así pensé y pienso, tal y como le ha definido Felipe González, que Rubalcaba es la cabeza más inteligente de la política española actual. Pero ha fracasado en lo fundamental, no ha conectado o mejor la gente ha desconectado de él. Es, sin duda, un teórico brillante, un hombre con una capacidad de trabajo enorme, con labia y capaz de golpear al adversario con contundencia. Pero le falta carisma. Solo  lo tiene entre los suyos. Y además cometió un error de bulto del que vamos a ver como va a salir el partido. Un error que le llevó a centrar casi todas sus energías en reconstruir el PSOE, en acallar críticas internas, en elaborar el nuevo programa.Se volcó tanto en ello que olvidó lo principal: a los ciudadanos. Esos millones de personas, muchas de las cuales votaban socialista, que de pronto se vieron solos sufriendo las arremetidas, en forma del recortes brutales, del PP de Rajoy.  Y el PSOE no estuvo ahí, con ellos, defendiendo las conquistas que, en buena medida, se habían logrado durante los gobierno socialistas. Y eso el ciudadano no lo perdona. En tiempos tan insufribles como estos, uno no se puede poner a mirarse el ombligo. Y eso es lo que hizo Rubalcaba

Por es el tiempo de Rubalcaba ha pasado. Ya tienen el programa. Ahora les falta un liderazgo que se vuelque con la gente, que explique el proyecto, que sume el partido a la movilización ciudadana. Alfredo esta vez pecó de orgullo y los ciudadanos pasan factura dándole la espalda.

Ahora solo queda ver si los aspirantes están a la altura del reto. El PSOE recupera esencias pero le falta lo principal: ganarse a la gente. Y no lo va a tener nada fácil. Tiempo al tiempo. Salud