UN REY PRIVADO
Si no hay cambios, el rey Juan Carlos ingresará mañana en una clínica privada para una nueva operación, por la infección originada en la cadera tras la anterior intervención. Nada que objetar en lo que se refiere a la necesidad de la intervención, faltaría más; a ver si esta vez es la buena. Pero lo cierto es que hay detalles, por llamarlos de alguna manera, que llaman la atención y podrían resultar hasta insultantes para muchos ciudadanos, agobiados como están con esta crisis financiera y social interminable.
Para empezar falla la transparencia. Nadie explica, y lamentablemente no ven la necesidad, quien corre con los costes de esta nueva operación. Lo razonable es que fueran a cargo del generoso presupuesto del que dispone la Casa Real. Pero como nadie lo especifica queda la duda de si no irán a parar al apartado otros de los presupuestos generales. Es verdad que, en todo caso, los gastos los pagamos los ciudadanos, pero quedaría más estético si lo detraen del presupuesto que ya tienen y no lo carguen aparte.
Otro detalle que llama la atención es la elección del equipo médico. Traerse un especialista desde Estados Unidos es un lujazo y costará un pastón. Además deja en evidencia a los cirujanos que le operaron en anteriores ocasiones, como si ya no gozaran de la confianza del monarca.
Pero lo que realmente duele es la elección del Hospital Quirón, un centro privado, para realizar la operación. Vamos a ver, en estos tiempos donde el gobierno se aplica con tanto entusiasmo a podar y recortar la sanidad pública, la espantada real, como antes hicieron otros miembros de su familia, no contribuye más que a degradar la imagen de la misma y colocarse entre los privilegiados que están uno o varios escalones por encima de la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Desde luego los del grupo Quirón deben estar dando palmas con las orejas. Publicidad gratuita y de nivel para un centro que, que se sepa, no destaca por tener más calidad que los grandes centros hospitalarios con que cuenta Madrid.
Pero además esa elección supone un feo para las decenas de miles de personas que ayer mismo se movilizaron en defensa de la sanidad pública, especialmente amenazada en la comunidad madrileña por las decisiones depredadoras de un consejero de sanidad que, cuando cese, y siguiendo la estela de sus antecesores seguramente acabará en el consejo de administración de alguna de las empresas que se están repartiendo el pastel.
Ya está bien que el rey no tenga que estar en lista de espera, como millones de ciudadanos en este país. Es hasta lógico que tenga un área reservada en los hospitales públicos, como la que existe en La Paz, para atender sus urgencias y las de cualquier mandatario que pase por el país. Pero si a pesar de esos privilegios el rey elige centro privado, mal mensaje está enviando a los ciudadanos. Sí a esos que sufren cada día las esperas en urgencias, o que tienen que aguantarse durante meses para ser operados, o a esos miles que se les ha dejado sin atención sanitaria.
Del rey, además de representar al país, se espera sintonía con los ciudadanos. Y si en momentos tan difíciles como estos pasa de la sanidad pública está dando a entender que no se fía de la misma, quizá porque tanto recorte la haya dejado diezmada y sin recursos.
No sé quien asesora al rey y su familia, pero lo hace rematadamente mal. Y con gestos como estos no se extrañen si la brecha que cada día se abre más entre la Corona y la ciudadanía se convierte en un abismo insalvable.
En todo caso, que tenga suerte...en la privada.
Salud
Para empezar falla la transparencia. Nadie explica, y lamentablemente no ven la necesidad, quien corre con los costes de esta nueva operación. Lo razonable es que fueran a cargo del generoso presupuesto del que dispone la Casa Real. Pero como nadie lo especifica queda la duda de si no irán a parar al apartado otros de los presupuestos generales. Es verdad que, en todo caso, los gastos los pagamos los ciudadanos, pero quedaría más estético si lo detraen del presupuesto que ya tienen y no lo carguen aparte.
Otro detalle que llama la atención es la elección del equipo médico. Traerse un especialista desde Estados Unidos es un lujazo y costará un pastón. Además deja en evidencia a los cirujanos que le operaron en anteriores ocasiones, como si ya no gozaran de la confianza del monarca.
Pero lo que realmente duele es la elección del Hospital Quirón, un centro privado, para realizar la operación. Vamos a ver, en estos tiempos donde el gobierno se aplica con tanto entusiasmo a podar y recortar la sanidad pública, la espantada real, como antes hicieron otros miembros de su familia, no contribuye más que a degradar la imagen de la misma y colocarse entre los privilegiados que están uno o varios escalones por encima de la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Desde luego los del grupo Quirón deben estar dando palmas con las orejas. Publicidad gratuita y de nivel para un centro que, que se sepa, no destaca por tener más calidad que los grandes centros hospitalarios con que cuenta Madrid.
Pero además esa elección supone un feo para las decenas de miles de personas que ayer mismo se movilizaron en defensa de la sanidad pública, especialmente amenazada en la comunidad madrileña por las decisiones depredadoras de un consejero de sanidad que, cuando cese, y siguiendo la estela de sus antecesores seguramente acabará en el consejo de administración de alguna de las empresas que se están repartiendo el pastel.
Ya está bien que el rey no tenga que estar en lista de espera, como millones de ciudadanos en este país. Es hasta lógico que tenga un área reservada en los hospitales públicos, como la que existe en La Paz, para atender sus urgencias y las de cualquier mandatario que pase por el país. Pero si a pesar de esos privilegios el rey elige centro privado, mal mensaje está enviando a los ciudadanos. Sí a esos que sufren cada día las esperas en urgencias, o que tienen que aguantarse durante meses para ser operados, o a esos miles que se les ha dejado sin atención sanitaria.
Del rey, además de representar al país, se espera sintonía con los ciudadanos. Y si en momentos tan difíciles como estos pasa de la sanidad pública está dando a entender que no se fía de la misma, quizá porque tanto recorte la haya dejado diezmada y sin recursos.
No sé quien asesora al rey y su familia, pero lo hace rematadamente mal. Y con gestos como estos no se extrañen si la brecha que cada día se abre más entre la Corona y la ciudadanía se convierte en un abismo insalvable.
En todo caso, que tenga suerte...en la privada.
Salud
Etiquetas: clínica Quirón, intervención, marea blanca, Rey Juan Carlos, sanidad pública
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